En mi tercer día en la Expo, me sorprendieron muchas cosas.
Me sorprendió, en el pabellón de Aragón, cómo una jota bien bailada en un audiovisual de Saura puede ponerte los pelos de punta (aunque tal vez me hubiera sorprendido más si la jota hubiese sido bailada por un grupo de joteros con sus trajes de baturros).
Me sorprendieron las obras de arte que se pueden con mucha maña, dos manos y en cinco minutos; y el que no se lo crea que vea al hombrecillo del final del pabellón de Jordania (qué paciencia, dios mío).
Me sorprendió las ganas que tiene la gente de hacer colas de horas de duración para ver los pabellones de España o Kuwait. Pues yo me voy a quedar con las ganas de verlos, pero esas colas no las hago.
Me sorprendió lo histérica que se puede poner la gente porque los príncipes de Asturias estén saliendo de un pabellón; y también me sorprendí a mí mismo sacando una foto a Dª Letizia (es lo que tiene ir cámara en mano todo el día, al final haces fotos a todo lo que se menea).
Me sorprendió el pabellón de la ONU. Una gran sala completamente negra, con carteles en sus paredes. Y ya está. Carteles... pero qué carteles...
También me sorprendió el pabellón de Telefónica, con su repaso a anteriores y futuras Expos realizadas por todo el mundo y con su pequeño rincón de obras de arte modernas. Muy interesante, la verdad.
Me sorprendió el pabellón Grundfos. Y me sorprendió porque me lo estaba pasando tan bien con ese viaje en 3D a través de una bomba de agua que se me hizo cortísimo.
Y también me sorprendió que, para lo espectacular que es el Pabellón Puente por su estructura, ubicación y diseño, por dentro tiene el mismo interés que un pabellón hueco.
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Y ya quedan poquicos días para la clausura de la Expo que, por cierto, no me perderé...
Me sorprendieron las obras de arte que se pueden con mucha maña, dos manos y en cinco minutos; y el que no se lo crea que vea al hombrecillo del final del pabellón de Jordania (qué paciencia, dios mío).
Me sorprendió las ganas que tiene la gente de hacer colas de horas de duración para ver los pabellones de España o Kuwait. Pues yo me voy a quedar con las ganas de verlos, pero esas colas no las hago.
Me sorprendió lo histérica que se puede poner la gente porque los príncipes de Asturias estén saliendo de un pabellón; y también me sorprendí a mí mismo sacando una foto a Dª Letizia (es lo que tiene ir cámara en mano todo el día, al final haces fotos a todo lo que se menea).
Me sorprendió el pabellón de la ONU. Una gran sala completamente negra, con carteles en sus paredes. Y ya está. Carteles... pero qué carteles...
También me sorprendió el pabellón de Telefónica, con su repaso a anteriores y futuras Expos realizadas por todo el mundo y con su pequeño rincón de obras de arte modernas. Muy interesante, la verdad.
Me sorprendió el pabellón Grundfos. Y me sorprendió porque me lo estaba pasando tan bien con ese viaje en 3D a través de una bomba de agua que se me hizo cortísimo.
Y también me sorprendió que, para lo espectacular que es el Pabellón Puente por su estructura, ubicación y diseño, por dentro tiene el mismo interés que un pabellón hueco.
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Y ya quedan poquicos días para la clausura de la Expo que, por cierto, no me perderé...
Se nos acaba la Expo, se nos acaba...
ResponderEliminarAdiós a los conciertos todas las noches, los paseos por la terraza, el horroso uniforme de los voluntarios...
Bss!
undespiste:ubicaciónsinhacheporfa!
Ya se nos acaba... pero ha molado... y aún quedan unos poquicos días, así que a disfrutarlos a tope!!
ResponderEliminar[¡Lapsus, lapsus! shhh, no lo digas muy alto, jeje.]
Besicos!!
El pabellón de la ONU fue también uno de los que más me sorprendió a mi también, había uno de los carteles que hablaba de que una persona en Inglaterra gastaba 5 litros de agua al día solamente tirando de la cisterna y que en Etiopía (o algún país africano) 200 personas usaban menos de esa cantidad...
ResponderEliminarNo recuerdo exactamente la frase pero me sorprendió muchísimo, y todavía cuando voy al baño y tiro de la cisterna me acuerdo.