martes, 30 de julio de 2013

Sombrillas voladoras en busca de diversión.


Las canciones del verano están para que los jóvenes las escuchen a todo volumen en un coche camino de la playa. Al menos eso pensaba yo a mis poco más de 20 años mientras cantábamos a grito pelado Antes muerta que sencilla en un coche dirigido a un pueblo de la costa. Entre amigos el ridículo no existe.

Entonces nuestro único interés era tener la suficiente sangría fresca para poder llevar a la playa y no quemarnos demasiado bajo el sol. Las tardes se pasaban mucho más rápido con ese puntillo feliz que nos daba la sangría, flotando boca arriba en el agua mecidos por las olas mientras mirábamos al sol. Bueno... no es que no tuviéramos ningún otro interés, sino que, simplemente, estábamos de vacaciones y éramos jóvenes.

Otro de nuestros entretenimientos en los largos días de playa bajo el sol era inventarnos las vidas de la gente que nos rodeaba. Los dos chicos que veníamos a lo lejos y nos parecía que estaban en la misma hamaca, eran gays. La pareja que teníamos detrás y que se pasaban la vida aburridos, mirándose sin pasión, leyendo libros aburridos, y que ni siquiera se dieron cuenta de cuando su sombrilla se fue volando esperando encontrar un poco de diversión; seguro que llegaron a casa y todavía no se habían percatado de que les faltaba una sombrilla, sólo se preocuparían porque se habían quemado la nariz.

En aquellos días nada podía destrozarnos una buena noche de fiesta. Ni un gordo apestoso, ni una novia celosa, ni las ganas de hacer caca, ni la falta de hielos en un botellón. Lo único que podía estropearnos una noche era la salida del sol, y es que al sol todo cambia, todos cambiamos. De noche todo es mucho mejor. La realidad apesta.

El caso es que a nosotros nos hacía falta poco para ser felices: un sombrero de paja, unas palas de playa, unas botellas de Sandevid y María Isabel sonando en nuestro coche.

1 comentario:

  1. ¿María Isabel? ya os toca renovar la discografía, que estamos en 2013 jaja.

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