No voy a escribir nada nuevo sobre ella porque ya no sé qué más halagos lanzarle a esta muchacha que nadie le haya lanzado todavía. A veces da la impresión de que las palabras se quedan cortas.
Sólo quiero agradecer que de vez en cuando, cada cierto tiempo, nace gente realmente maravillosa, y algunas, por suerte, deciden caminar flotando un metro sobre el suelo para que podamos admirarlas y quedarnos con la boca abierta al verlas pasar… aunque a veces lleven un trancazo como todo el mundo, se suenen los mocos en directo, hablen de Soplapompas, y sean tan normales que la cosa no parezca normal.
No sé cuántas veces sonreí anoche en La Campana de los Perdidos, cuántas veces se me pusieron los pelos de punta ni cuántos minutos seguidos estuve con la boca abierta. Pero sí sé que cuando vuelva a Zaragoza a La Casa del Loco estaré allí.
Un beso, Zaharica.
Vuelve cuando quieras (y, por favor, quiere muchas veces).
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