domingo, 19 de abril de 2009

La primera palabra.

Se acerca el Día del libro.
He rescatado de mi estatería este libro, lleno de polvo.
[...] Así, durante muchos millones de años, los homínidos corren. Muchos son devorados por los tigres de dientes como sables, otros sobreviven. Y los supervivientes, desde hace sólo unos millones de años, se vuelven tan hábiles como para merecer llamarse "hombres".
¿Qué hacen para merecer este título? Empiezan a fabricar instrumentos, a mantener la cabeza erguida, tienen una mandíbula distinta a la de los demás simios, pueden modular el grito, articularlo, transformarlo en palabra. Son los restos fósiles del australopithecus paleojavanus los que registran esta primeras inquietantes modificaciones. El cerebro es todavía reducido, 600 cm. cúbicos, prácticamente como el de un gorila. Es pequeño pero ya está lleno de proyectos ambiciosos. En el homínido que baja de los árboles la caja craneal contiene unos 300 cm. cúibicos. En veintinueve millones de años, se dobla esta capacidad. También crece la ambición. En tan sólo medio millón de años, se dobla de nuevo, de 600 a 1400. Una verdadera explosión evolutiva.
Pero este fenómeno está ligado a un hecho singular: las dimensiones dle cuerpo no cambian. Por la ley de las proporciones, con una cabeza así deberíamos medir másd e tres metros y competir con las jirafas para alcanzar los brotes más tiernos. Pero no, seguimos siendo modestamente pequeños, sin ninguna especialización en particular. Respecto a los demás seres que la selección natural nos ha puesto al lado, somos mediocres en todo: corremos más despacio, saltamos menos alto, nuestra fuerza es irrisoria comparada con la de los osos y los tigres. Sin embargo, tenemos la espalda
recta; nuestra mano tiene el pulgar oponible, la mandíbula y la lengua trabajan juntas. En lugar de sonidos, emitimos palabras.
La obsesión de Ruben en La cabeza en las nubes es precisamente ésta: ¿cuál fue la primera palabra? Durante millones de años el hombre sólo había emitido gruñidos, ¿y qué más? ¿Qué salió, en la noche de los tiempos, de aquella boca?
Me imagino una noche feroz del plioceno. Una noche de ruidos terroríficos, de gritos, soplos, aullidos. Siento el olor fuerte y húmedo del bosque. Las estrellas están allí arriba, frías e indiferentes, como la luna. Después, la luna cede sus istio al sol, sus rayos penetran en el bosque, creando claroscuros, la humedad se evapora, se transforma en niebla y el primo de los póngidos sale de su escondete y está encantado de ver todo esto. Siente que algo le sube por la garganta, abre la boca y... y...
¿Qué sucedió? ¿Se asustó? ¿Se asustaron los demás? ¿O simplemente le contestaron? [...]
Cada palabra es una semilla
Susanna Tamaro

1 comentario:

  1. La primera palabra tiene el encanto del mejor misterio: nunca se sabrá. Rodeada de romanticismo, pudo ser un canto a la luna, un suspiro por una mujer, o simplemente un grito de caza. Como no se sabrá nunca, siempre permanecerá ahí. Un abrazo

    ResponderEliminar